DE OLORES A SAL Y CULANTRO

Aquel verano yo iba a recoger muy muys en la playa de Ancón junto con mi hermano. Sentados en la arena, no nos gustaba meternos dentro del mar porque mi madre o quien nos llevara a la playa se asustaban si nos adentrábamos en el mar. “Puedes ahogarte” , decía mi madre a quien nunca vi ni veré en traje de baño. ¿La razón? Ella guarda ello bajo siete llaves y mejor no insistir porque el fastidio envuelto entre ira y miedo a ser desnudada salen a flote y se traducen en maltratos hacia el o la inquisidora interrogadora. Esa es otra película; volvamos a mi locación. Mi traje de baño rojo de una pieza que luego de unos arreglos de mi madre, se convirtieron en dos; se volvía negro cuando me mojaba en la espumosa y fría orilla y luego me echaba en la arena a jugar a construir castillitos con el baldecito de plástico que tenía o el que algunos de los vecinitos llevaban. Baldecitos verdes en forma de tortuga, con palitas naranjas y baldes amarillos; los mismos de las publicidades navi...